domingo, 30 de diciembre de 2012

La Reliquia de San Vicente Mártir en Zalamea la Real


San Vicente Mártir
La Fe, la fides latina, sin duda es uno de los pilares más consistente en la vida del hombre religioso. Esa Fe no es más ni menos que la creencia en algo o en alguien en quién depositamos nuestra confianza. En el caso del cristiano-católico, un Dios único al que denominamos Yaveh. Pero la Fe monoteísta del Antiguo Testamento que posteriormente adoptó el Cristianismo en todas sus Iglesias, poco tiempo mantuvo el valor originario de creencia en lo etéreo, tal como indicaba San Pablo en su carta a los Hebreos la Fe es la certeza de lo que se espera y la evidencia de lo que no se ve” (Heb 11:1). Así, a lo largo de la Historia, el Cristianismo tuvo que fortalecer esta fe en base a una serie de elementos que acercaran el conocimiento de lo divino a una población en la que la abstracción de la deidad no era suficiente para mantener viva la llama de sus creencias. Entre dichos elementos aparecieron las reliquias, elementos tangibles, visibles, perceptibles y materialmente cercanos al hombre, que hacían que esa fe primigenia en lo desconocido asumiera un importante valor material para enfatizar la confianza en Dios. Éstas fueron elementos directamente relacionados con los Santos (ropajes, lugares de martirio, objetos tocados por ellos,…) o, con mayor importancia, sus propios cuerpos (o parte de ellos).
Desde los primeros cristianos comenzaron a conservarse elementos relacionados con aquellos que habían sido perseguidos y martirizados. La adoración de estos destacados hombres de fe, muchos de ellos encumbrados a la categoría celestial de Santos y Mártires del cristianismo, fragmentó en cierta medida el monoteísmo primigenio y abrió de alguna manera el espectro celeste a adorar. Fue entonces cuando muchas comunidades experimentaron la necesidad de conservar entre sus elementos de adoración reliquias de sus hermanos asesinados en persecuciones paganas, lo que dio origen a todo un entramado de búsqueda, conservación e incluso combates entre fieles en pos de la consecución  de dichos vestigios divinos.  A partir del siglo VI muchos de los cuerpos de los mártires conservados en las diferentes comunidades comenzaron a fragmentarse para  cubrir la demanda en el mundo cristiano. Y todo ello, por supuesto, acrecentado durante la Edad Media, en la que el mundo en torno a las reliquias de los santos constituye una parte destacada de esta etapa histórica. Las reliquias dieron prestigio a dichas ciudades.
Brazo incorrupto de San Vicente conservado en la Catedral de Valencia.
Quizás las reliquias más importantes sean las relacionadas directamente con Jesús de Nazaret, como el Sudario de Turín o el Lignum Crucis (entre otros elementos). Pero no de menor grado de adoración son elementos relacionados con los Santos. Para no alargarnos y centrarnos en San Vicente, decir que muchos han sido los elementos que se han adorado del Mártir oscense. Destaca la Túnica de San Vicente, que libró a las zaragozanos del asedio de los francos de Childeberto a mediados del siglo VI, cuando sus habitantes se pusieron bajo la protección de dicha prenda. En agradecimiento, el Obispo de Zaragoza , tras levantar el propio asedio, entregó al rey franco la túnica, que fue trasladada a París, donde se construyó el edificio religioso más antiguo de la ciudad, dedicado a la Santa Cruz y a San Vicente Mártir. Además algunos autores citan elementos del Santo repartidos por varias ciudades y pueblos de España, Francia, Italia y Portugal, destacando el brazo de San Vicente que se conserva en la Catedral de Valencia.
A este respecto, hace 236 años llegó a nuestra localidad una reliquia de San Vicente Mártir para que los zalameños pudieran adorar, más allá de la imagen del mismo, sus restos. En el mes de mayo de 1777, el Reverendísimo Padre Maestro Manuel Gil Clérigo Menor traía desde Roma a la villa de Zalamea restos del Santo y una bula que autentificaba la reliquia. Como Visitador General del Arzobispado había ido a Roma a entregar sus informes y de allí había aportado unos restos de San Vicente “...para que quedase en esta villa su patria como una expresión o señal del mucho amor que lo profesa...” Sebastián Millán, Hermano Mayor de la Cofradía, se congratulaba del hecho, agradecía al Padre Manuel Gil la traída del vestigio y emplazaba al sacerdote Francisco Martín Lancha a custodiar en el archivo eclesiástico la bula que autentificaban los restos del santo. Ésta, escrita en latín, indicaba lo siguiente:

Documento que acredita la autenticidad de la reliquia . 
Francisco Antonio Marcucci, Patricio Asculano de la Inmaculada Concepción, por la gracia de Dios y de la Sede Apostólica obispo de Monte Alto en el Piceno, Abad de Monte Santo, en el Abruzo, Prelado doméstico de Su Santidad y Asistente al solio pontificio, y Vicario de Roma.
A todos y a cada uno de los que vieran nuestras presentes cartas, damos fe y testificamos que, para mayor gloria de Dios y veneración de sus santos, hemos dado y concedido una reliquia sagrada de los huesos de San Vicente Mártir, extraída de lugares auténticos, y legítimamente reconocida y colocada en una teca de plata, de forma oval, protegida por un cristal, bien cerrada y atada con una cinta de seda de color rojo, con la facultad de retenerla, donarla a otros, y de exponerla a la publica veneración de los fieles y colocarla en cualquier iglesia, oratorio o capilla.
En fe de lo cual, mandamos a nuestro Secretario, que suscribe, expedir las presentes letras testimoniales, suscritas de mi mano, y refrendadas con nuestro sello.
Dado en Roma, en nuestra sede, en este día veinticuatro de mayo del año mil setecientos setenta y siete.
Francisco Antonio, obispo de Monte Alto,Vicario.
Pedro Argenti, secretario. Gratuito
Pocos meses después, el 20 de diciembre,  el Arzobispado ratificaba la autenticidad de la reliquia y de la bula a través de un auto de aprobación y licencia. El licenciado Ignacio Zalduendo y Luquin “...haviendo visto y reconocido en presencia de mi, el insfrascripto Notario maior la reliquia que se expresa en la authentica de la buelta, y hallandola conforme a ella, su señoria la dec1aró por cierta y verdadera, y la aprobaba y aprobó por tal, y dio su licencia para que se pueda exponer al publico en qualquier lugar sagrado para que se le de el debido culto y veneración pública...”
 La reliquia la conservó la cofradía en la iglesia parroquial y la bula en el archivo de la iglesia. Ambos vestigios pudieron desaparecer del recinto tras la entrada de las tropas napoleónicas en Zalamea y tras los destrozos y robos ocasionados en el templo al usarlo como lugar campaña. En aquella ocasión la mayor parte del patrimonio documental desapareció con la destrucción del archivo, además del robo de los ornamentos que componía en patrimonio del lugar.

                                                                                              José Manuel Vázquez Lazo

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