martes, 21 de febrero de 2012

...y la culpa a los gorriones.

Los gorriones, sagaces seres alados que no dejan que el silencio se abra paso entre nuestras calles con su impetuoso e incansable “chan-chan” y otras onomatopéyicas alusiones, que a veces incluso desbordan el aberrante e increíblemente permitido sonido de los niñitos de los coches tuneados. Gorriones bajos las tejas, levantando su cóncava rojez para desprestigiar la labor de este bendito material arabesco que nos libra de las temibles goteras en nuestros doblados; gorriones en cualquier hueco de nuestras casas, obstruyendo con pajizos el tiro de la chimenea o la salida del hueco de la campana extractora de la cocina; construyendo auténticos diques de pasto en nuestras canales; gorriones que grafitean con sus blanquinegros excrementos fachadas y ventanales, enrejados y claraboyas; gorriones que en tiempo de cría dejan cadáveres de muchos de sus impetuosos vástagos en el asfalto, que creyendo saber volar, se lanzan al abismo de Zalamea limitando su futuro al cálido y duro pavimento; gorriones culpables de que niños y no tan niños salgan a correr tras los volanderos pajarillos bajo un sol de justicia, arriesgándose a que les caigan esos bichos en la cabeza que tantas abuelas usan como eufemismo de ¡duérmete ya la siesta, niño!. Y por supuesto, gorriones que abastecen sus buches con trigales verdes y otros granos de la agricultura zalameña, a pesar de espantapájaros manufacturados artesanalmente, de inconstantes bolsas de plástico atadas entre los cultivos, o de cd’s y dvd’s  asidos a los frutales de nuestros huertos con una fina  tanza.

La historia siempre nos muestra aspectos cotidianos de esta España nuestra que, si bien en tiempo fueron causa de mayor importancia, el filtro del tiempo los convierte en recursos para engrosar el anecdotario de las historias locales. Y los gorriones también tienen cabida en este mundo de la historiografía popular.

El 12 de marzo de 1776, en la ciudad de Sevilla, D. Juan Antonio de Santa María, Teniente Primero, en ausencia de D. Pablo de Olavide, Intendente General de los  quatro Reynos de Andalucía dixo que como se había realizado en los años anteriores de 1755,1757 y 1773 una matanza de gorriones, por el perjuicio tan notable y gravoso que ocasionan a las Sementeras, y Recolección de Granos, causando el efecto que se esperaba […] y por estar hoy en  tanta abundancia la cría de estos pájaros que excedía a los años antecedentes, sobre que se le ha pedido remedio, y que de no ocurrir al más pronto y oportuno, para su exterminio, como debe, y ha debido practicarse, por el general beneficio, que producen estas Providencias, será inagotable, perjudicial y dañosa su numerosa extensión, siendo el presente tiempo el más oportuno, por ser en el que hacen sus crías, mandó  a las Justicias de los Pueblos en acuerdo con sus Cabildos que se procediese al repartimiento entre los vecinos labradores y hacendados, sin reserva de persona alguna, incluyendo aun al mas pobre, por ser asunto en que tanto se interesa no solo al labrador, sino también al común de las demás gentes, del número competente de dichos pájaros, nidos o criaderas, de forma que cada uno ha de entregar cuando menos una docena de cabezas por una vez, y de ai arriba a proporción de sus posibles.

El Cabildo zalameño, el día 25 de abril de dicho año,  a través de los Alcaldes Ordinarios Alonso Romero y Thomas Sánchez, de Joseph González, Alguacil Mayor, y de los Regidores del Concejo, Pedro Alonso Castilla, Juan Lorenzo Serrano y Pedro Martín Beato, atendiendo a esta orden de la superioridad en defensa del bien común y del atentado ejercido por estos pajarillos en los cultivos de nuestros campos, llevaron a cabo la ejecución de la orden de Santa María. El Cabildo decidió que  a todo el vecino que no sea labrador se le reparta el numero de media docena; y a aquellos que lo son, una, pues de esta suerte quedara extinguida esta especie, y para que se haga la matanza señalan sus Mercedes el termino de veinte días.

Decir que después de corretear tras los susodichos pájaros durante los veinte días contemplados, con tirachinas, redes, piedras, palos, algún que otro uso de pólvora y otras artimañas (el aire comprimido de la escopetilla de plomo “cometa” aún no se usaba), los zalameños cumplieron con la orden dada por el Cabildo, y muchos fueron los colaboradores de tan esperpéntico designio. Tantos como más de 770 vecinos que impidieron seguir revoleteando entre los tejados de este pueblo a la más que macabra cifra de 6.000 de estos ejemplares (para toda Andalucía, según el recuento realizado posteriormente, se sacrificaron 255.000 gorriones). Decir que algunos vecinos aportaron su granito de arena mostrando tan solo dos o tres trofeos, aunque otros de sus conciudadanos no dudaron en aparecer con 14 ó 15 aves. No obstante, a razón de suavizar la tétrica visión que puedan estar formando en su cerebelo, donde es posible que estén acumulando sobre el suelo del propio edificio del Concejo tan plumífera montonera, decir que más del 80% de los trofeos fueron huevos arrebatados de los nidos a sus progenitores.

Los cultivos zalameños bien pudieron despuntar bajo el amarillo sol sus semillas ante la marcada ausencia de sus principales devoradores. Y no solo por este año, puesto que en los sucesivos, se siguió solicitando que se volviera a aplicar esta orden, ejecutándola por los aguerridos cazadores hasta lograr cifras similares. Todo fuera, permítanmelo decir, por la subsistencia del alimento de estas gentes.

José Manuel Vázquez Lazo
Revista de Feria  de Zalamea la Real 2011

jueves, 16 de febrero de 2012

Sones musicales en la Zalamea republicana.

No es ninguna novedad señalar ahora que la cantera musical de Zalamea la Real no tiene nada que envidiar a la de otros muchos lugares de este pequeño mundo en el que vivimos. Y no hay más que lanzar la vista a nuestra  Banda Don Justo Ruiz o a la recien nacida Agrupación Musical Nuestro Padre Jesús Nazareno para saber que no soy ningún impetuoso visionario que hace del chovinismo bandera propia con la que describir las maravillas de su tierra. Incluso voy más allá: nuestra Banda es uno de los patrimonios culturales más relevantes de nuestra villa, poseedora de la gran  virtud de amenizar todo tipo de acontecimiento local con las notas que salen de sus variados instrumentos.
Todos estos grandes músicos de la actual Zalamea pueden encontrar un claro referente si dirigimos la vista hacia atrás, dándonos un paseo en el tiempo durante unos 80 años, hasta llegar a la democrática Segunda Republica. Etapa de profundos avances sociales,  políticos, y en menor grado, económicos (y es que las repercusiones del crack de 1929 no ayudaron a que se completara la tradicional trilogía socio-política-económica) también contribuyó a la aparición de variadas entidades culturales, o a la potenciación de las que ya existían. Centrándonos en la Banda Municipal de nuestro pueblo allá por los años 1931-1936, intentaré hacer un breve recorrido por los principales aspectos de la vida musical de la Zalamea Republicana.

Durante el periodo republicano, la Banda Municipal de Zalamea la Real, a tenor de los instrumentos existentes en el inventario realizado por el Ayuntamiento, se compondría, aproximadamente, de unos 30 ó 35 músicos encargados de llenar de musicalidad las noches de domingo, las ferias y todos los acontecimientos dignos de resaltar con la música de estos hombres. Y digo hombres porque no encontramos ninguna fémina entre sus filas. Y es que como todos sabemos, los tiempos que corrían no eran verdaderamente positivos para el sexo femenino  tan solo encontraba tiempo para las labores domésticas (aunque la propia República ya lograría grandes avances para la mujer, como el sufragio universal). Entre todos ellos podríamos encontrar nombres conocidos como los de Norberto Núñez, José Núñez, Armando Lancha, Antonio Serrano, Manuel Serrano, Antonio Trigo, Abilio García, Manuel Perea o Niño Canelo entre otros muchos. Como encargado de la Banda estaría Antonio Núñez y el maestro de música sería Justo Ruiz Librero, figura que actualmente da nombre a la Banda de Zalamea la Real.

La instauración del régimen republicano a nivel local el día 17  de Abril de 1931 determinó un nuevo calendario de actuaciones de la Banda del municipio concretado entre el Alcalde  de la villa, el socialista David Vázquez Domínguez, y el encargado de la propia institución musical, Antonio Núñez. Es evidente que el cambio de régimen trajo consigo la celebración de nuevas fiestas, sobre todos las vinculadas al cambio político. De este modo, entre los acuerdos firmados entre ambas instituciones estaría la de celebrar conciertos los días 14 de abril, fecha de la Proclamación de la Segunda República a nivel nacional; y 1 de mayo, Fiesta del Trabajo, fecha importante para la masa obrera victoriosa en los comicios del 12 de abril de 1931.

En estos días de fiesta, la Banda de Música recorrería las calles de la población durante la mañana; y al caer la noche celebraría un concierto frente a las Casa Capitulares, situadas donde actualmente la encontramos. Los honorarios por todo ello se ajustarían en 200 pesetas anuales.

Junto a esto el compromiso entre Ayuntamiento y Banda también acordaría celebrar unos 13 conciertos nocturnos los trece domingos que antecedían a la feria de Septiembre, por lo que los zalameños gozaban durante las noches dominicales de todo el verano de las piezas que tocaban sus paisanos (algo que verdaderamente debía ser muy placentero). Cada uno de estos conciertos, por seguir dando las cifras monetarias a modo de pura  anécdota, se pagaría a 45 pesetas cada uno, con lo que la cuenta de la Banda ascendería en 585 pesetas más.

Para acabar de finiquitar este melódico contrato, la Agrupación musical también se comprometía a actuar durante los tres días que duraba la feria del mes de Septiembre en todos los acontecimientos relevantes: dianas, corridas de toros,...Por ello se pagaría unas 650 pesetas.

Junto a todo ello el Ayuntamiento pagaría al encargado de la Banda, el citado Antonio Núñez, unas 565 pesetas, con lo que la cifra, en suma, pasaría a totalizarse en unas dos mil pesetas, dinero que saldría de las arcas públicas del consistorio. Además, la Corporación municipal también se comprometía a facilitar un local adecuado donde la Banda pudiera ensayar las veces que estimara oportunas.


El arte de la música, como hemos podido comprobar, posee un añejo vínculo con esta tierra, y esto es algo de lo que debemos estar muy orgullosos los zalameños. La Banda de Música Don Justo Ruiz, hija de esta tierra, es fiel heredera de los principios musicales de los que la precedieron. Todos esperamos ansiosos de oír sus sones cuando lanzan al aire sus primeros acordes tal como lo hacían aquellos habitantes de la Zalamea de antaño.



                                               José Manuel Vázquez Lazo.