Esta pudo ser una de las fórmulas, entre varias asentadas
en el ritual tridentino, usada por parte del celebrante para bendecir la
campana que coronó la obra promocionada por Gabriel Alejandro Sanz en nuestro
pueblo: la ermita del Santo Sepulcro.
La campana, como elemento singular, la podríamos incluir
dentro del patrimonio cultural de los pueblos. Sus sonoridad en el silencio de cada
localidad, los diferentes toques llamando a los feligreses a los encuentros de
la liturgia (misas, bautizos, entierros,
ángelus, ánimas, oficios, …); como uso horario, marcando el paso de las horas
acorde al reloj de la torre; su labor de servicio, cuando se convocaba a los
vecinos con el “toque a rebato”,
generalmente por un incendio, o cuando se llamaba a “niño perdido”, o cuando el cabildo quería convocar a la población
para anunciar uno de los numerosos cambios políticos en la historia de cada país (cambios en el trono, en el
gobierno,…), forma parte inseparable de la idiosincrasia de los pueblos del
occidente cristiano.
Su orígen, si atendemos a las indicaciones de San Isidoro
de Sevilla, lo encontramos en la ciudad de Nola, en la región italiana de la Campania (de donde
tomaría su nombre). La Iglesia
las usaría, de forma generalizada, a partir del siglo VII. Entre los años 604 y
606, el Papado ordenó colocarlas en todas las iglesias de la Cristiandad para
llamar a los feligreses a los Divinos Oficios, las Misas Solemnes y las
Festividades.
La reciente (y más que acertada) restauración de la
techumbre de la ermita del Santo Sepulcro ha logrado, además de devolver la cubierta
original elevada en los inicios de la construcción del edificio, la limpieza de
la campana que completa la espadaña del mismo. Un elemento forjado en el noble
y sonoro bronce que el propio Gabriel Alejandro Sanz, Director de las Minas de
Riotinto y esposo de la beatísima zalameña, Feliciana García Beato, usó para
perpetuar su nombre en tan singular inmueble. Ya desde antiguo, las propias
campanas solían llevar en su superficie exterior ciertas inscripciones en
relieve, realizadas por el artesano que la fundía. Su temática era variada. En el
caso de la campana del Santo Sepulcro de Zalamea la Real encontramos la siguiente
inscripción:
En el anillo superior de la campana: àSR. SN. JOCEPH SEHIZO A ESPENSAS DE DN.
En el anillo inferior de la campana: àGAbRIEL ALEXANDRO SANZ Ã DE 1776à
El cuerpo central de la misma posee una gran cruz en
relieve, que separa ambas inscripciones. De este modo aparece el nombre de la
persona que financió su fundición (una donación piadosa); la fecha de su
creación y, el nombre que se le atribuyó a la propia campana: San José.
La documentación estudiada indica que el día
27 de septiembre de 1776 Gabriel Alejandro Sanz y el Síndico Personero del
Concejo zalameño, Juan Santos Pérez, se presentaron ante el mismo Prior de
Ermitas del Arzobispado de Sevilla para darle cuenta de la finalización de la
ermita y de su bendición por parte del Padre Francisco Tomás Chaparro,
franciscano del convento de San Benito de la villa pacense de Segura de León: “...deseosos los vecinos de este pueblo de
perfeccionar a toda decencia y costa una vía sacra en el campo, que con las
correspondientes licencias se ha construido y bendecido por un Religioso
Sacerdote de San Francisco para estos casos como todo consta de las
certificaciones y licencias de este cabildo...”. El
Prior daba su visto bueno a lo acontecido, pero era solicitado para algo más:“...permita
su piedad que la dicha obra de la vía sacra finalice en la dicha hermita [...]
que se intitulara del Santo Sepulcro y que
se pueda construir en ella campanario con campana, altar para que se pueda
celebrar el santo sacrificio de la misa, y en colocar la imagen del Christo
Sepultado en su urna, todo con la maior dezencia, custodia y perfección, a fin
de que estos vecinos tengan en este nuevo santuario y consuelo espiritual en
que exercitar sus afectos diariamente, pues no se pase día alguno sin que se
ande la vía sacra y si para el maior culto y permanencia de el fuese nezesario
hipotecar o afianzar nuestras haciendas estamos promptos a escriturarlas en los
términos que usted tenga por convenientes...”.
Tras la finalización de la ermita, el Prior daba los
permisos pertinentes a las peticiones de Gabriel Alejandro Sanz. Entre ellas la
edificación del campanario (en este caso una espadaña) junto con la colocación
de una campana. Aunque no tenemos datos fehacientes que describan el acto, y
siguiendo la tradición de la época, podemos decir que el bautismo de la campana
lo hacía el obispo. Dudamos de la visita directa del Arzobispo de Sevilla a
Zalamea para bautizar la campana del Santo Sepulcro, así que posiblemente lo
hiciera algún delegado del mismo (el Visitador o el propio Prior de Ermitas).
El rito indica que, ante la atenta mirada de los fieles, la campana suspendida
sobre suelo unos metros, la presencia del celebrante vestido con traje
pontifical, y el padrino de la misma (en nuestro caso Gabriel Alejandro Sanz),
se procedía al bautizo con los elementos de rigor: el
agua, la sal, los santos óleos, el incienso, la mirra y el turíbulo encendido.
Tras el canto de los salmos, el oficiante bendecía el agua y rociaba con ella
la campana “dándole el poder y la misión
de ahuyentar, en todos los lugares a donde llegara su eco, las potencias
enemigas del hombre y de sus bienes: los demonios, el relámpago, el granizo,
los animales dañinos, las tempestades y todos los espíritus de destrucción.” Los diáconos, a continuación, la lavaban por
dentro y por fuera con el mismo agua bendecida. La ceremonia terminaba
aplicándole a la misma las “unciones trazadas en forma de cruz con los óleos sagrados:
siete por el exterior de la campana con el óleo de los enfermos, como símbolo
de los dolores y la muerte del Salvador; y cuatro en el interior con el óleo de
la confirmación, para significar la resurrección de Cristo y las cuatro cualidades
de los cuerpos resucitados: la agilidad, la claridad, la sutileza y la
impasibilidad.”
El padrino elegía el nombre de la misma de entre los
santos de la letanía. Gabriel Alejandro Sanz decidió que su campana, la del
Santo Sepulcro de Zalamea la Real
llevara el nombre de San José.
José Manuel Vázquez Lazo.
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